El fascinante mundo de lo cotidiano

Por Silvia De Diego, miembro del equipo de Baud.

Hay situaciones que nos mueven a desarrollar habilidades que no sabíamos que teníamos. Habilidades dormidas por la contención a la que nos sometemos como adultos, o simplemente por su falta de uso.

Llevamos 11 días de confinamiento y un rollo de papel higiénico ya no es un rollo de papel higiénico, ahora es un balón y un reto nacional.

Hoy nos resulta más fácil encontrar el encanto, la belleza, el humor o la singularidad en las cosas cotidianas.

Y menos mal, porque también es algo necesario.

En la cotidaneidad más doméstica también podemos encontrar la inspiración necesaria para dar forma a nuestras ideas.

Así es cómo, de repente, pero con la información latente en el cerebro desde hace meses, durante un proyecto de naming, un ruido en la cocina no es sólo un ruido, es un nuevo nombre para una marca joven en forma de onomatopeya.

Porque estamos despiertos. Muy despiertos.
Preparados para encontrar la inspiración en todo lo que hay a nuestro alrededor, con los sentidos agudizados y la mente alerta.

Estamos aprendiendo a admirar lo que ya hemos visto muchas veces antes.

Intentando percibir hasta el último de sus detalles, de sus significados, reales o no.

Ese matiz en forma de chispazo que active nuestra imaginación.

Pueden ser las formas en la penumbra que dejan entrever las lamas de una persiana, un cuadro que estamos hartos de ver y que hoy es diferente, el sonido del chorro del agua cayendo antes de lavarnos los dientes…

Nuestra capacidad de crear tiene la oportunidad de ponerse en forma.

Hoy, nada como nuestra imaginación nos va a permitir llegar más lejos.

Porque como dijo Kafka: “Lo cotidiano en sí mismo es ya maravilloso. Yo no hago más que consignarlo“.

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Imagen de Brigitte Tohm.